Este ensayo fue presentado durante la Asignatura Lectura Académica del Curso de Comando y Estado Mayor Conjunto de la Escuela de Graduados de Doctrina Conjunta (EGDC), el 28 de septiembre de 2017, en Santo Domingo, República Dominicana, teniendo como objetivo principal realizar un análisis crítico del libro "Las 48 Leyes del Poder", de Robert Greene (1998), así como su relación con la obra "El Príncipe", de Nicolás Maquiavelo (1513).
Carlos Evando dos Santos
28 Set 2017
La importancia del asunto reside en el hecho de que, a lo largo de la Historia, el hombre se vio y continúa a verse involucrado en un “juego” permanente por el manejo del poder. Esa búsqueda se ha mostrado como inherente a la esencia del ser humano, que, según Greene, no soporta la sensación de no disponer de él. Y eso se siente en todos los ambientes, sea en el hogar, escuela, facultad, trabajo, negocios, grupos de amistades, en fin, en todas las actividades de la vida.
En ese sentido, desde hace mucho tiempo, varios escritores han buscado plasmar como el hombre debe obtener, ejercer o se defender del poder. Así lo hizo Nicolás Machiavelo, en El Príncipe, de 1513, cuyo objetivo fue describir como los príncipes deberían bien gobernar a sus principados. Y así también lo hizo Robert Greene, en 1998, cinco siglos después, al escribir Las 48 Leyes del Poder, un libro que tiene la intención de definir como el hombre debe relacionarse con el poder, al plasmar una serie de leyes atemporales, no cambiantes y que no fallecen.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527), autor de El Príncipe, fue un escritor, filósofo político y diplomático de la República de Florencia, Italia. Realista, es considerado por muchos como padre de la Ciencia Política moderna, además de un legítimo representante del Renacimiento. En su juventud, Florencia era una potencia. En ella, ejerció funciones relevantes como funcionario del Estado, entre ellas la de Canciller, ejecutando importantes misiones diplomáticas en nombre del gobierno florentino. A partir de 1512 con el ascenso de los Médicis al poder, Maquiavelo fue apresado tras ser acusado de pertenecer a una conspiración. Ya libre, pero exiliado, aprovechó el momento para sus mejores producciones literarias.
Maquiavelo fue incentivador del antropocentrismo, permitiendo el nacimiento de una nueva idea política, donde la libertad republicana surgiría contra el poder político teológico de la monarquía. Para él, el hombre de virtud debería luchar por las conquistas terrenas, sin esperar recompensas celestiales; la moral no podría ser un limitador de la práctica política; y la razón del Estado justifica la acción.
Su originalidad y forma de lidiar con la moral trajo una visión independiente de los conceptos defendidos por la Iglesia Católica, que capitaneó una interpretación equivocada de sus ideas y su traspaso a la Historia como maquiavélico.
Maquiavelo murió en 1527, con 58 años de edad, olvidado e ignorado por sus contemporáneos. Su legado tuvo más éxito en los siglos posteriores, pues su método práctico de ver el ejercicio del poder causó gran escándalo en su época.
Robert Greene (14 MAY 1959) es un judío de una familia de Los Ángeles. Se graduó en Estudios Clásicos en Wisconsin-Madison, una de las más grandes universidades de EE.UU. Escritor y psicólogo, es autor de cinco best sellers: Las 48 Leyes del Poder, El arte de la seducción, Las 33 estrategias de la guerra, La Ley 50 y Maestría, todas relacionadas con los temas de poder, estrategia y seducción. Ha trabajado como escritor y editor de varias revistas y periódicos, además de dedicarse a dar charlas y seminarios, principalmente después del gran éxito de sus libros. Vivió varios años en Londres, París y Barcelona.
En 1995, Greene trabajaba como escritor en Fábrica, una escuela de arte y medios de comunicación en Italia, donde conoció a Joost Elffers, un productor de libros. Tras lanzar a su amigo la idea de escribir algo sobre el poder, Greene luego se desmotivó, pero tiempos después Elffers le incentivó a poner su idea en práctica y a transformarla en un tratado sobre el poder.
Inspirado en hombres como Sun Tzu, Julio Cesar, Nicolás Maquiavelo, Napoleón Bonaparte y Carl von Clausewitz, Robert Greene decidió publicar Las 48 Leyes del Poder, lo que iba a convertirse en el punto de inflexión de su vida. Ya fueron más de 1,2 millones de ejemplares vendidos solamente en EE. UU., traducción para más de 24 idiomas y enorme influencia entre políticos, empresarios, celebridades, actores, artistas y atletas exitosos.
La atemporalidad de las leyes del poder
El Príncipe fue finalizado en 1513, pero solamente publicado póstumamente en 1531. En suma, es un formidable tratado de doctrina política, esencialmente enfocada en el Estado, en “la verdad de los hechos” y en la superioridad de la colectividad ante la individualidad (“El que tenga el Estado en sus manos no debe pensar en sí mismo”). Maquiavelo lo dedicó a Lorenzo II de Medici, Príncipe de Florencia, para le mostrar cómo desempeñarse como gobernante.
Es una obra original que tuvo relevante papel en la construcción del concepto de Estado. Conformada por 26 capítulos, es una reflexión sobre el pasado político, a fin de orientar a los gobernantes sobre los tipos de principados, como se conquistan, se mantienen y se pierden. Además, como conformar los poderes y los ejércitos, las cualidades personales del príncipe, como evitar el desprecio y el odio, como ser estimado, y como adecuarse a la naturaleza de los tiempos.
Robert Greene escribió Las 48 Leyes del Poder, según él mismo, a partir de sus discusiones con su socio, amigo y coproductor de dicha obra, Joost Elffers, en Venecia (Italia), en el mismo país dónde Maquiavelo escribió El Príncipe.
En síntesis, es una guía práctica para cualquier persona que quiere conocer, acceder o defenderse del poder. En su texto figuran ejemplos de virtud y sabiduría de grandes nombres como Sun Tzu, Alejandro Magno, Nicolás Maquiavelo, Iván IV de Rusia, Elizabeth I de Inglaterra, Pancho Villa, Talleyrand, Rothschild, Rockefeller, Thomas Edison, Haile Selassie y Henry Kissinger.
El libro explica lo que es el poder, como funciona, cuáles son sus ventajas, desventajas, como obtenerlo y aumentar su alcance. Trata de cualidades personales que son recomendables para lograrlo. Puede ser utilizado como una metodología para conocerlo y manejarlo. Algunas leyes son prudentes, otras furtivas y otras ausentes de misericordia. Así como lo hizo Maquiavelo, es una visión realista, profunda y objetiva sobre el poder, por ello, naturalmente, causa relativa sensación de incómodo al leérselo.
En el mundo actual, complejo, diverso, difuso, multicultural y multilateral, dónde es casi predominante la idea del “ser políticamente correcto”, de ser o por lo menos parecer ser justo, decente, sutil, agradable, Robert Greene golpeó a ciertos paradigmas, así como lo hizo Maquiavelo, al decir que los hombres siempre quieren más poder, que es insoportable para ellos la sencilla idea de no tener poder, que ser ávido por poder es una cosa natural y aún decir lo que se debe hacer para obtenerlo y aumentar su alcance en un ambiente de “guerra civilizada”.
Para agregar una idea general de lo que son Las 48 Leyes del Poder, en este ensayo de corto tamaño, se expondrá solamente sobre las Leyes No. 23, 28, 29, 35 y 48, y se presentará la comparación con las ideas planteadas en El Príncipe.
La sentencia de la Ley No. 23 (Concentrar la fuerza) dice que la energía debe de ser concentrada en el punto más fuerte, pues la intensidad siempre vence la extensión, o sea, es mejor concentrar los esfuerzos en un solo objetivo. Una flecha no puede impactar a dos blancos simultáneamente.
El Reino de Wu, en China, quedó derrotado frente a Yueh, un estado bárbaro del sur, porque no supo parar y fue demasiado lejos, disipando sus fuerzas. Mismo caso de Atenas cuando se apoderó de la lejana Sicilia. En el sentido contrario, la familia judía alemana de banqueros Rothschild resistió a la dispersión, manteniendo la concentración. Por tanto, es clave concentrase en un solo intento y seguirlo hasta lograrlo, uniéndose a una única fuente de poder. Esa ley no se aplica cuando hay muchos peligros o en los casos de defensa de otros.
La Ley 23 sigue siendo una premisa válida para nuestros días, especialmente en el ambiente castrense, una vez que la planificación militar debe de ser objetiva y dirigida hacia un objetivo bien definido. Además, la concentración es un principio de guerra: los medios deben de ser concentrados en el lugar y punto decisivos. El enlace con Maquiavelo está en su propia definición de política que, según él, es la persecución de objetivos intermedios en vistas a una mejor convivencia social, que es el objetivo final y el gobernante no debe desviarse de eso.
La Ley No. 28 (Entrar en acción con audacia) establece que, si una acción no tiene un camino claro a seguir, es mejor no llevarla a cabo, pues solamente la audacia es capaz de ser admirada, obtener éxito, destruir los puntos débiles y ocultar las deficiencias. Nadie honra a la timidez. El león se desplaza rápidamente al paso que la liebre es tímida y siempre está huyendo, lo que hace que caiga en las trampas del león. La audacia es una característica de las Operaciones Ofensivas, por tanto, esta ley debe de ser observada en el campo militar.
Víctor Lustig, en 1925, en una inédita y audaz acción de engaño, llegó a vender la famosa Torre Eiffel a André Poisson. Iván IV de Rusia se quedó huérfano y rehén de los boyardos, pero en un golpe decisivo y rápido, retomó el poder y se transformó en Iván el Terrible. Pietro Aretino, un zapatero y siervo en Roma, ganó fama y poder al ser audaz en producir un panfleto que exponía las debilidades de todos los poderosos romanos, incluso las del Papa León X.
La clave para ser audaz es alejarse de la timidez, como hicieron Napoleón, Iván IV, Cristóbal Colón, Henry Kissinger y como predecía Maquiavelo, que proclamó que es siempre mejor ser impetuoso que prudente y que un príncipe no podría demostrar ser indeciso, por lo contrario, debería maquinar y realizar grandes cosas. La excepción es que uno actuar siempre con audacia resultaría en cansancio, lo que puede ser fatal. En determinados momentos, hay que saber planear y engañar a la gente con timidez para después golpearla con audacia.
La Ley No. 29 (Planear todo el camino hasta el final) determina que “si se planea teniendo en cuenta el final, uno no se verá abrumado por las circunstancias y sabrá cuando parar” porque “la conclusión lo es todo”. Los dioses del Olimpo miran las acciones humanas con antelación, sonriendo de la incapacidad del hombre de ver más allá del momento y de la forma como engaña a sí mismo.
Vasco Núñez Balboa, el hombre que descubrió el Océano Pacífico y realizó otras hazañas en el actual Panamá en nombre del Rey de España, cometió un pecado fatal al dejar la puerta abierta para que otros se apoderaron de todo, como lo hizo Pedro Arias Dávila y Francisco Pizarro, que conspiraron contra él y le cortaron la cabeza. Balboa se dejó gobernar por el corazón, reaccionando de manera emocional y sus planes eran vagos y por ello actuaba con improvisación.
Otto von Bismarck, en el Siglo XIX, planificó rescatar el poder perdido por Prusia. Tras las victorias contra Dinamarca, Austria y Francia, el “Canciller de Hierro” supo el momento de parar, sin apropiarse demasiado de otros territorios, y de fundar y consolidar el Imperio Alemán (I Reich). Bismarck sabía exactamente el punto final de su meta, que era fundar un Estado Alemán dirigido por Prusia.
La clave es ver más allá del presente, pensar con antelación, planificar antes de actuar, anticiparse a las cosas posibles, ver el final sin tolerar desviación. La excepción es que los planes deben incluir alternativas y disfrutar de flexibilidad. Hay que prepararse para cambios de fortuna y estar abierto a la adaptación. Es otra ley de plena aplicación en el campo militar, pues la planificación de las operaciones debe ser realizada desde el inicio hasta la fase post conflicto.
Maquiavelo, durante todo el discurso de El Príncipe, habla de la planificación de un buen Estado, de cómo organizarlo en los tiempos de bonanza con el fin de enfrentar las dificultades en los tiempos de tempestad.
La Ley No. 35 (Dominar el arte de calcular el tiempo) enseña que “no hay que dar nunca la impresión de actuar apresuradamente”, pues “denota una falta de control sobre uno mismo y sobre el tiempo”. El halcón, paciente y silencioso, espera el momento oportuno para bajar y agarrar de modo audaz a sus presas.
Joseph Fouché, de paciencia notable y que supo reconocer el espíritu de su época, sobrevivió como “un gato de siete vidas” a los difíciles tiempos de la Revolución Francesa, estando al lado de quien detenía el poder en el momento (Maximilien Robespierre, Napoleón Bonaparte y Luís XVIII).
En el caso de esta ley, es clave modelar el tiempo, teniendo en cuenta que la paciencia es el principal requisito en el arte de calcular el tiempo. No se debe forzar el paso por miedo o impaciencia, pues eso generará problemas y más tiempo para su solución. El éxito construido lenta y seguramente es el único que permanece. Paciencia en el momento justo y audacia en el momento oportuno para desbaratar el cálculo de tiempo de los otros. No hay excepción para esta ley. Además, es una ley de destacada importancia para el arte de la guerra. El enlace con Maquiavelo se puede hacer igual que la ley anterior.
La Ley No. 48 (Adoptar una apariencia informe) preconiza que adoptar una forma nos expone a ataques y que la mejor defensa es ser fluido e informe como el agua. No apostar en la estabilidad o en el orden duradero, porque todo cambia. El mercurio también encarna el poder elusivo e inaprensible de la falta de forma.
Esparta se encerró en su interior, atacando y conquistando nuevas tierras sin tener condiciones de mantenerlas. Al paso que Atenas había se dedicado al mar, a la creatividad y a la adaptación, con nuevas formas sociales y nuevos modos de vida. Mismo teniendo vencido a Atenas en la guerra, Esparta no estaba preparada para manejar la cultura ateniense conquistada. Esparta se sepultó en su propio sistema, tan rígido que acabó por quebrarse, para nunca más recuperarse.
En 1949, Mao Tse Tung fue más poeta y filósofo que general, mientras Chiang Kai-skek seguía fielmente a los escritos de Clausewitz. Mao concentró sus fuerzas en puntos claves, rodeó a los ejércitos nacionalistas chinos, empleó técnicas no lineales y fluidas, emprendió una guerra de confusión, desmoralización, desorientación y de terror hacia el enemigo, valoró el movimiento sobre las posiciones, sacrificó áreas para dominar el todo y pacientemente lograr la victoria.
Para esta ley son claves las innovaciones, que son signos de vida y vitalidad, mueven el motor de la forma, creando cambios de estilo. La forma rígida solo genera aburrimiento. El poder prospera si es flexible en su forma. Al ser fluido, resulta fácil a sus seguidores obedecer, porque se sienten menos sometidos a las ideologías. La informidad es estratégica, pues crea espacios para sorpresas. Sin embargo, al adoptar una forma abstracta, es necesario tener en mente la estrategia a largo plazo. En determinado momento hay que asumir una forma, concentrar la fuerza y actuar con rapidez y audacia para dar un golpe decisivo.
Esta ley es de aplicación relativa en el ambiente militar, sin embargo, es aplicable. Aunque las instituciones militares son rígidas, ellas tienen que acompañar la evolución de los tiempos, para que no queden anacrónicas.
Maquiavelo decía que uno tiene que adecuarse a la naturaleza de los tiempos, pues triunfa aquel que adapta su forma de proceder a la naturaleza de los tiempos que corren y fracasa aquel cuyo proceder no armoniza con su época.
Conclusiones
Nicolás Maquiavelo, al escribir El Príncipe, una obra atemporal, única en su estructura y contenido, eternizó conceptos consistentes y verdaderos, además de principios y aspectos del fenómeno del poder y de la gobernación del Estado, por lo que aún es un pensamiento contemporáneo y aplicable. Desgraciadamente, ha sido poco observado por los gobernantes a lo largo de la Historia.
La “concepción maquiavélica” que el Estado debe tener buenas leyes, buenos ejércitos, un buen sistema de valores y buenas reglas de convivencia y que en las repúblicas hay más vida, pero también hay más ódio, deseos de venganzas y recuerdos exagerados de libertades, suelen explicar el porqué de los países latinoamericanos, por ejemplo, no hayan logrado hasta la fecha la tan deseada estabilidad perene y el tan deseado grado de desarrollo económico y social.
Maquiavelo y Greene convergieron en varios pensamientos sobre el poder, siendo que el primero lo vía bajo la óptica del poder del gobernante estatal, mientras el segundo lo describió como alcanzable en cualquier de las esferas de la actuación humana. Ambos sostuvieron que los hombres avanzan casi siempre por los caminos que otros han trazado y proceden en sus acciones imitando los que otros han hecho. Por ello, son modelos a seguir. Los dos libros son basados en hechos de grandes nombres que manejaron bien o mal el poder, según los ejemplos de cumplimiento de las leyes plasmadas por ambos autores o no.
Por todo ello, a modo de conclusión, El Príncipe y Las 48 Leyes del Poder son libros que fundamentalmente deben hacer parte del acervo de lectura de políticos, diplomáticos y militares, en particular, de los Oficiales Diplomados en Comando y Estado Mayor, que son “hombres de carrera del Estado”, estrategas por la naturaleza de sus funciones, y como tal deben conocer las profundidades del ejercicio del poder, no el poder por sí mismo, sino él que es ejercido en nombre del Estado y que a él representa en la Expresión Militar del Poder Nacional.
Son dos obras que tienen mucho que añadir al arte de la guerra.
Referencias:
Greene, Robert. Las 48 Leyes del Poder. Edición de Joost Elffers. Traducción de Ana Bustelo y César Vidal. Barcelona: Espasa, 2017.
Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. Comentado por Napoleón Bonaparte. Traducción y notas de Eli Leonetti Jungl. 41 ed. Barcelona: Espasa, 2017.
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