segunda-feira, 26 de junho de 2017

Las 48 Leyes del Poder

Robert Greene

Ley nº 1: No eclipsar a nuestros superiores.
Hay que hacer que los que están por encima de uno se sientan lo suficientemente superiores. Aunque uno tenga deseos de complacerles o impresionarles, no hay que pasarse al demostrar las habilidades propias porque provocan el efecto contrario - inspirar miedo e inseguridad. Si conseguimos que nuestros jefes parezcan más brillantes de lo que son, llegaremos a las cimas del poder.

Ley nº 2: No confiar demasiado en los amigos y saber utilizar a los enemigos.
No hay que fiarse nunca de los amigos - les traicionan a uno con mayor rapidez, porque sienten envidia con facilidad. También se convierten en unos mimados tiránicos. Pero si se contrata a un antiguo enemigo será más leal que un amigo, porque tiene más que demostrar. De hecho, hay mucho más que temer de los amigos que de los inimigos. Si no se tienen enemigos, hay que encontrar la forma de granjeárselos.

Ley nº 3: Ocultar las intenciones.
No debemos revelar nunca el objetivo detrás de nuestras acciones para mantener a la gente desconcertada y desinformada. Si no tienen ni idea de cuáles son nuestras intenciones, no pueden preparar una defensa. Hay que llevarles lo bastante lejos por el camino equivocado, envolverlos en humo, y para cuando se den cuenta de lo que nos proponemos será demasiado tarde.

Ley nº 4: Decir menos de lo necesario.
Si se intenta impresionar a la gente con palabras, cuanto más se dice, más ordinario se parece y menos se controla la situación. Incluso si se está diciendo algo banal, parecerá original si se expressa de una forma vaga, abierta y con aspecto de esfinge. La gente poderosa impresiona e intimida diciendo poco. Cuanto más se dice, más posibilidades hay que soltar una tontería.

Ley nº 5: Defender la reputación con la vida (muchas cosas dependen de ella).
La reputación es la piedra angular del poder. Sólo a través de la reputación se puede intimidar y ganar; una vez que se pierde, sin embargo, uno se vuelve vulnerable y blanco de ataques por todos lados. La reputación debe ser algo inexpugnable. Siempre hay que estar alerta ante la posibilidad de un ataque, para defenderse antes que ocurra. Mientras, hay que saber destruir al enemigo minando su propia reputación. Luego hay que tomar distancia y dejar que la opinión pública les lleve a la horca.

Ley nº 6: Llamar la atención a toda costa.
Todo se juzga por la apariencia; lo que no se ve no tiene valor. Por lo tanto, no es bueno perderse entre la muchedumbre ni quedar en el olvido. Hay que destacar. Llamar la atención a toda costa. Hay que convertirse en un imán que atrae la atención porque parece más grande, más colorido, más misterioso que las masas tímidas e blandas.

Ley nº 7: Conseguir que otros hagan el trabajo y llevarse el mérito.
Hay que utilizar la sabiduría, el conocimiento y el trabajo de los demás en beneficio propio. Este apoyo no sólo ahorra tiempo y energía, sino que produce una aura divina de eficácia y rapidez. Al final los ayudantes quedarán en el olvido y nosotros seremos recordados. Nunca debemos hacer nada que puedan hacer los demás por nosotros.

Ley nº 8: Hacer que los demás vengan a uno (poniendo un cebo si es necesario).
Si obligamos a los demás a actuar, se tiene el control. Siempre es mejor hacer que nuestro oponente venga hacia nosotros y que abandone sus propios planes en el camino. Hay que atraerle con ricas ganancias, y luego atacar. Nosotros tenemos las cartas.

Ley nº 9: Ganar a través de la acción, nunca de la discusión.
Cualquier triunfo momentáneo obtenido por una discusión no es más que una victoria pírrica: el resentimiento y la animadversión que se crean son más fuertes y duraderos que cualquier cambio momentáneo de parecer. Tiene mucho más poder hacer que los demás cambien de opinión a través de las acciones, sin decir una palabra. Hay que demostrar, no explicar.

Ley nº 10: Contagio: evitar a los infelices y desafortunados.
Se puede morir por la miseria de otro - los estados emocionales son tan contagiosos como las enfermedades. Puede parecer que se está ayudando al hombre que se está ahogando, pero sólo se está precipitando el propio desastre. Los desafortunados a veces traen la mala suerte hacia sí mismos; también la traerán hacia los demás. Debemos asociarnos con los felices y afortunados.

Ley nº 11: Aprender a hacer que la gente dependa de nosotros.
Para mantener la independencia hay que lograr que los demás nos necesiten y nos quieran. Cuanto más se cuente con nosotros, más libertad tendremos. Si la gente depende de nosotros para su felicidad y properidad no habrá nada que temer. No debemos enseñarles lo suficiente para que puedan valerse sin nosotros.

Ley nº 12: Utilizar la honestidad y la generosidad de forma selectiva para desarmar a nuestras víctimas.
Una acción sincera y honesta tapará otras muchas deshonestas. Los gestos realizados con el corazón en la mano y la generosidad bajarán la guardia de las personas más suspicaces. Una vez que la honestidad selectiva logra atravesar su armadura, se les puede engañar y manipular a voluntad. Un regalo en el momento oportuno - un caballo de Troya - puede lograr el mismo objetivo.

Ley nº 13: Al pedir ayuda, hay que apelar al interés personal de los demás, no a su misericordia o agradecimiento.
Si hace falta acudir a un aliado en busca de ayuda, no hay que molestarse en recordarle los favores del pasado y las buenas acciones. Encontrará la manera de ignorarlo. En lugar de eso, hay que descubrir algo en la petición o en la alianza con él que le pueda beneficiar y exagerado desmedidadamente. Entonces responderá con entusiasmo al ver que puede sacar provecho para sí mismo.

Ley nº 14: Actuar como un amigo, trabajar como un espía.
Es fundamental conocer a nuestro rival. Debemos utilizar espías para obtener información valiosa e ir siempre un paso por delante. Mejor aún: hacemos el papel de espía nosotros mismos. En encuentros sociales distinguidos, hay que saber sonsacar información. Tenemos que hacer preguntas directas para que la gente revele sus debilidades y sus intenciones. No hay ocasión que no sea buena para hacer una buena labor de espía.

Ley nº 15: Aplastar totalmente al enemigo.
Todos los grandes líderes desde Moisés sabían que los enemigos temibles debían ser aplastados por completo. Algunas veces lo han aprendido por las malas. Si se deja un ascua encendida, no importa lo apagada que esté, al final estallará el fuego. Se pierde más deteniéndose a medio camino que con la aniquilación total: el enemigo se recuperará y querrá venganza. Hay que aplastarle con contundencia, física y espiritualmente.

Ley nº 16: Utilizar la ausencia para aumentar el respeto y el honor.
Mucha presencia en el mercado hace que bajen los precios: cuanto más se vea y se oiga a una persona, más corriente parece. Si tenemos una posición en el grupo, una retirada temporal del mismo hará que se hable más de nosotros y se nos tenga más admiración. Debemos saber cuándo marchamos. Hay que crear valor por medio de la escasez.

Ley nº 17: Mantener a los demás en un estado de terror y suspense: alimentar la imagen es impredecible.
Los humanos son animales de costumbres con una necesidad insaciable de reconocer algo en las acciones de los demás. Si somos predecibles, damos a los demás una sensación de control. Demos la vuelta a la situación: hay que ser deliberadamente impredecible. Un comportamiento que parece no tener consistencia ni objetivo mantendrá a la gente desconcertada y se agotará intentando entender cada movimiento. Llevada al extremo, esta estrategia puede intimidar y aterrorizar.

Ley nº 18: No construir fuertes para protegerse. Aislarse es peligroso.

Ley nº 19: Saber con quién se está tratando: no ofender a la persona equivocada.

Ley nº 20: No comprometerse con nadie.

Ley nº 21: Hacerse el ingenuo para coger a un ingenuo, parecer más tonto que la víctima.

Ley nº 22: Utilizar la táctica de la rendición: convertir la debilidad en poder.

Ley nº 23: Concentrar la fuerza
Hay que conservar la fuerza y la energía a base de concentración en su punto más fuerte. Se gana más encontrando una mina rica y escavando más profundo, que pasando de una mina vacía a otra: la intensidad siempre vence la extensión. Cuando buscamos fuentes de poder para elevarnos, tenemos que encontrar un patrón, la vaca gorda que nos dará leche durante mucho tiempo.

Ley nº 24: Hacerse pasar por el perfecto cortesano.

Ley nº 25: Crearse una nueva imagen.

Ley nº 26: Mantener las manos limpias.

Ley nº 27: Aprovecharse de la necesidad que tiene la gente de creer en algo para conseguir adeptos.

Ley nº 28: Entrar en acción con audacia
Si no tenemos claro qué camino seguir para llevar a cabo una acción, es mejor no intentarlo. Las dudas y la vacilación la estropearán. La timidez es peligrosa: es mejor entrar con audacia. Cualquier equivocación que se cometa por audacia puede resolverse fácilmente con más audacia. Todos admiran al audaz; nadie honra al tímido.

Ley nº 29: Planear todo el camino hasta el final
La conclusión lo es todo. Hay que planear todo el camino que conduce hasta ella, teniendo en cuenta todas las posibles consecuencias, obstáculos y quiebros de la fortuna que pueden revertir el trabajo duro y proporcionar la gloria a otros. Se se planea teniendo en cuenta el final, uno no se verá abrumado por las circunstancias y sabrá cuando parar. Hay que guiar con suavidad y ayudar a determinar el futuro pensando con antelación.

Ley nº 30: Hacer que los logros propios parezcan realizados sin esfuerzo.

Ley nº 31: Controlar las opciones: conseguir que los demás jueguen con nuestras cartas.

Ley nº 32: Jugar con las fantasías de la gente.

Ley nº 33: Descubrir el talón de Aquiles de cada persona.

Ley nº 34: Ser regio en el comportamiento: actuar como un rey para ser tratado como tal.

Ley nº 35: Dominar el arte de calcular el tiempo
No hay que dar nunca la impresión de actuar apresuradamente – denota una falta de control sobre uno mismo y sobre el tiempo –. Siempre hay que dar la sensación de que se es paciente, como si supiera que todo se conseguirá con el tiempo. Hay que convertirse en un detective del momento justo; descubrir el espíritu de los tiempos, las tendencias que nos conducirán al poder. Hay que aprender a mantenerse al margen cuando la hora todavía no ha llegado y golpear con fiereza cuando es el momento.

Ley nº 36: Desdeñar las cosas que no se pueden tener: ignorarlas es la mejor venganza.

Ley nº 37: Crear espectáculos atractivos.

Ley nº 38: Pensar como se quiera, pero comportarse como los demás.

Ley nº 39: Remover las aguas para pescar peces.

Ley nº 40: Desdeñar la comida gratuita.

Ley nº 41: Evitar seguir los pasos de un gran hombre.

Ley nº 42: Golpear al pastor para que se dispersen las ovejas.

Ley nº 43: Manipular los corazones y las mentes de los demás.

Ley nº 44: Desarmar y enfurecer a los demás reflejando sus actitudes.

Ley nº 45: Predicar la necesidad de cambio, pero nunca reformar demasiado de una sola vez.

Ley nº 46: Nunca parecer demasiado perfecto.

Ley nº 47: No sobrepasar la meta que uno se ha marcado; en la victoria, saber cuándo parar.

Ley nº 48. Adoptar una apariencia informe
Si adoptarnos una forma, cuando tenemos un plan visible, nos exponemos a que nos ataquen. En lugar de adoptar una forma que el enemigo pueda agarrar, tenemos que mantener la capacidad de adaptación y estar en movimiento. Tenemos que aceptar que nada es seguro y no hay leyes fijas. La mejor manera de protegernos es ser tan fluido e informe como el agua; no apostar nunca por la estabilidad o el orden duradero. Todo cambia.


Referência:

Greene, Robert. Las 48 Leyes del Poder. Edición de Joost Elffers. Traducción de Ana Bustelo y César Vidal. Barcelona: Espasa, 2017.


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